Preparados Para el Encuentro con Dios - Significado de este Hecho Maravilloso
Preparados para el encuentro con Dios, para ese día especial en el cual veremos al Señor, preparados para el día en el cual la iglesia de Cristo será arrebatada de este mundo. Sin embargo Nuestro Señor nos demanda santidad, nos exhorta a estar apercibidos y a no bajar la guardia. Tener puesta la armadura y tener el aceite suficiente para recibir a Jesucristo. Tal como lo enuncia su palabra:
"Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, 15 y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. 16 Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. 17 Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" (Efesios 6:13-17)
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Dios mediante su palabra nos proporciona todas las herramientas para estar preparados para la buena batalla, en la cual seremos partícipes de la segunda venida de Jesucristo donde la iglesia será arrebatada. Pero para ello debe estar preparada y lista. Esto implica tener suficiente aceite para poder ser del agrado del Señor.
Preparados para el encuentro con Dios - Significado
Para comprender lo que implica este momento glorioso en el cual estaremos en la presencia del Señor, y lo que significa estar preparados para este día especial, debemos escudriñar la Palabra para conocer el propósito de Dios para con sus hijos, para con su iglesia. Al respecto la palabra nos señala lo siguiente: “Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel” (Amos 4.12).
Este versículo proclama un principio eterno con el Señor, y estas palabras representan una invitación y una advertencia para toda la generación, por lo cual debemos estar preparados y apercibidos porque el Señor vendrá como ladrón en la noche, así que no sabemos una fecha precisa de su venida. Tal como lo establece su palabra:
"Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:10-13)
Ante estos acontecimientos debemos estar preparados para el encuentro con el Señor, sin cuentas pendientes y con vestiduras limpias y agradables para él. De esta manera, la iglesia que es el cuerpo de Cristo debe estar alistado para la buena batalla, donde será Glorificado y exaltado el Rey de Reyes, y vendrá como León de Judá, en defensa de su pueblo, de sus Hijos amados.
Aspectos Importantes ante el encuentro con Dios
Uno de los momentos más esperados para el pueblo de Cristo es su venida a este mundo, en la cual la iglesia será arrebatada y se reunirá en las nubes con Cristo y verá la Gloria del Rey. Al respecto hay ciertos aspectos que debemos analizar para comprender la magnitud de este encuentro y lo que implica estar preparados, dentro de los cuales encontramos:
1.- Debemos estar limpios ante el Rey de Reyes
Estar preparados significa "estar listos" para todo lo que vendrá. Las Sagradas Escrituras manifiestan que las personas no están preparadas para venir al encuentro del Señor cuando nacen en este mundo. Por lo cual Dios dice que toda persona que ha nacido en iniquidad no está lista para ver al Señor, así que para poder presenciar ese momento, debemos ser cubiertos para venir al encuentro de Dios en paz. Y la Biblia es clara y precisa en declarar que lo único que nos puede limpiar de todo pecado es la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, tal como lo señala su palabra: “y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1 Juan 1:7)
En este sentido, para poder ver al Señor debemos estar santificados mediante su sangre preciosa que nos limpia de toda iniquidad y pecado, nos reviste del nuevo hombre y nos transforma totalmente. Sin ello no podremos estar ante la presencia del Todopoderoso y mucho menos podremos vencer al mal.
Así que como habitantes de este mundo debemos siempre protegernos con la sangre de Cristo, la cual es el arma más poderosa que tenemos ante el enemigo. Esta preciosa sangre es el recordatorio del pacto entre Dios y los hombres donde somos redimidos por Gracia, y por Gracia somos salvos. Aquí se manifiesta el amor y la misericordia del Nuestro Dios.
2.- La Certeza De Venir Al Encuentro Con Dios
Existe un aspecto muy cierto y es que todos debemos estar al encuentro del Señor, bien sean ancianos, jóvenes, pobres, ricos, cultos, incultos, y daremos cuenta de todo lo que hayamos hecho en esta vida: “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12). Nadie se salva de la presencia de Dios y toda rodilla se doblará ante la magnificencia del Señor y todos darán cuenta y el Señor juzgará conforme a su justicia divina.
Pero para el cristiano que ha aceptado al Señor como su Padre y único Dios, en encuentro con Dios será un hecho extraordinario. Y por eso debemos tener la certeza de ese encuentro como el pueblo de Cristo. Al respecto el Apóstol Pablo, ya cuando estaba al final de su vida, dijo lo siguiente: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2 Timoteo 4.6). La muerte llegó pronto luego de que él había proclamado esas palabras. Pero para el incrédulo, que no ha aceptado al Señor como su único y verdadero Dios, el venir a encontrarse con Dios, será una experiencia horrible.
Al respecto la Palabra señala lo siguiente: “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Hebreos 10.31). También nos señala: “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable” (Números 14.18).
En este sentido, si una persona se niega a aceptar y creer en Dios y no recibe salvación y desprecia las advertencias de la venida de Cristo, este encuentro será terrible y muy desolador. Así que como pueblo de Cristo tenemos la misión de rescatar las almas para que conozcan la verdad y puedan alcanzar misericordia. Dios no quiere que ningún alma se pierda, así que una de las cosas que debemos hacer para estar totalmente preparados es hacer la voluntad de Dios y esa es predicar el evangelio del reino a toda criatura.
3.- Posponer La Decisión
Muchas veces hemos cometido errores y ofendido a Nuestro Dios con nuestras actitudes y mal preceder, y la justicia de Dios demanda un castigo por nuestras malas acciones, así como todo Padre castiga al hijo que ama. Sin embargo el amor de Dios nos ha otorgado una salida, un refugio, un camino y ese es Cristo, quien a través de su sacrificio perfecto en la Cruz del Calvario nos otorgó el regalo más maravilloso de la salvación. Tal como lo expresa la palabra: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros" (Isaías 53:6)
De manera que la muerte de Nuestro Señor Jesucristo será efectiva como expiación de nuestros pecados, cuando le recibamos a Él en nuestros corazones. Sin embargo, existe una tendencia en posponer esta decisión, y ciertamente nuestras decisiones van a determinar nuestra salvación, porque no sabemos si tendremos otra oportunidad. Estamos limitados como seres humanos que somos, así que posponer la decisión de aceptar a Cristo puede acarrearnos consecuencias en el ámbito espiritual, incluso en esta vida porque sin Cristo nada podemos hacer.
4.- Las Consecuencias de Rechazar a Cristo
La salvación es un regalo otorgado por el Señor por Gracias, es algo NO MERECIDO que nos ofrece el Señor para darnos la vida eterna, para tener un lugar en el Reino de los cielos, donde nuestro nombre estará escrito en el libro de la vida. Al respecto la biblia nos exhorta de la siguiente manera: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6.23). El pecado es revelado como la separación del alma y el cuerpo de la presencia de Dios para siempre. Esto suena realmente aterrador, pero para algunos esto es falso y no creen porque su corazón se ha endurecido.
De esta manera, las consecuencias de rechazar a Cristo y dar paso abiertamente al pecado es la pérdida de la salvación. En la actualidad es predicado el evangelio en todas las naciones, incluso en los lugares más remotos, tal como se predijo en las Sagradas Escrituras, sin embargo muchos rechazarán a Jesús aunque él les hace la invitación en su palabra, tal como se visualiza en este pasaje: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22.17).
En este sentido, la salvación es el regalo gratuito del Señor pero aún muchos piensan que por sus obras, ceremonias, buenas acciones, y actividades eclesiásticas, estarán preparados para el encuentro con Dios. Pero la Palabra nos dice: “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5).
Ciertamente las buenas obras son muy importantes en la vida del Cristiano porque dan testimonio de que somos verdaderos Hijos de Dios. Pero ellas nunca podrán hacer expiación de nuestros pecados porque somos salvos mediante la fe en Jesús quién vino a este mundo a derramar su sangre en la Cruz del Calvario, y tomó nuestros pecados sobre sí mismo. A través de este acto, él aseguró el perdón de todos nuestros pecados. Así que éste es un favor que Dios hizo por todos nosotros, ofreciéndonos la salvación como un regalo maravilloso para cada uno de sus hijos.
En este sentido, estar preparados para el encuentro maravilloso con Nuestro Dios, implica tener un corazón dispuesto para aceptar al Señor como nuestro único y verdadero Dios. Estar listos y dispuestos tiene que ver con nuestro testimonio como Hijos de Dios, apartados del mundo para servir al Señor, para predicar el mensaje de salvación a toda criatura y poder declarar que Jesús es Rey de Reyes y Señor de Señores.
Es decir, para poder estar preparados para ver al Señor debemos pagar el precio, cargar la cruz, seguir a Cristo y despojarnos del viejo hombre. Debemos nacer de nuevo y ser transformados a la imagen y semejanza de Cristo. Para lograr esto debemos pasar por el desierto, pasar por un proceso, atravesar pruebas que nos capacitan para este día especial donde seremos reivindicados delante del Padre.
Sin embargo, debemos dejar claro que la salvación no es algo que nos ganamos con nuestras propias fuerzas, porque somos buenas personas o porque trabajamos mucho en la obra del Señor. La salvación es un regalo no merecido que Dios nos ha regalado y que tenemos que cuidar para no perderla. Para ello, el Espíritu Santo comienza a morar en nuestra vida, quitando todo lo que nos separa del Señor, desarraigando las viejas costumbres y trayéndonos al redil para ser pastoreados, ya que el Señor nos demanda congregarnos, unirnos en oración como hermanos, consolarnos en días de tribulación, ayudarnos, apoyarnos. Esto revela el amor y la misericordia de Dios, y nos define como Hijos de Dios.
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