El poder pentecostés - Qué significa y cuál es su importancia en nuestra vida

El poder Pentecostés está asociado a la promesa que Jesucristo hizo poco antes de que ascendiera al Reino de los cielos: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8). En la actualidad este cumplimiento en Pentecostés sigue siendo un hecho relevante.

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Índice de Contenido
  1. El poder Pentecostés – Qué significa
  2. Qué es el Espíritu Santo
  3. El poder pentecostés que transforma
  4. Cómo acentuar nuestro potencial

El poder Pentecostés – Qué significa

Para entender este término, tenemos que revisar la historia y comprender que esta demostración del Poder de Dios se manifestó desde los tiempos primitivos.

En este sentido, una vez que Jesús es crucificado y resucitado, los discípulos esperaban con gran entusiasmo y llenos de expectativas, anhelaban el poder que Nuestro Señor les había prometido.

En el día de Pentecostés estaban todos juntos celebrando la fiesta santa de Dios, cuando Dios empezó a manifestar demostrar ese poder. Así que él usó milagros físicos para poder crear un impacto y llamar la atención de todos.

Primeramente el Señor mandó un gran estruendo  “como de un viento recio que soplaba” (Hechos 2:2). Después, “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego” (v. 3-4) sobre los discípulos, y el Señor les otorgó la capacidad de hablar en lenguas que nunca habían aprendido tal como se aprecia en su palabra: “Cada uno les oía hablar en su propia lengua” (v. 6). “Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿qué quiere decir esto?” (v. 12).

De esta manera, Dios usa a Pedro para que declarara de una manera sorprendente que éste era el inicio del cumplimiento de la profecía de Joel: “Derramaré de mi Espíritu” (v. 17). Así que las palabras de Joel manifiestan  claramente que el Espíritu de Nuestro Señor es un espíritu de poder.

Cuando el pueblo pudo reconocer sus pecados y preguntaron a los apóstoles qué debían hacer, y Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (v. 38).

Acerca de 3000 personas respondieron y fueron bautizadas, y al recibir el Espíritu Santo de Dios, pudieron recibir de igual forma,  el increíble poder espiritual que cambió por completo su vida. Ese día la Iglesia del Nuevo Testamento comenzó a manifestarse con poder y gloria.

Qué es el Espíritu Santo

El Espíritu Santo de Dios es el espléndido poder creador del Padre y Jesucristo. Mediante su Espíritu Santo, Dios creó los cielos y la tierra: “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Salmo 104:30).

El poder pentecostés
El poder pentecostés

Su control y poder absoluto acerca de todo lo que hay en los cielos y la tierra es descrito en las Escrituras. Por esta razón no existe nada imposible para el Señor, tal como se observa en el siguiente pasaje:

“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1: 35-37).

De esta manera, el Señor diseñó y planeó el universo físico y por su orden se crearon los cielos y la tierra, y por su gran poder, él puede sostener y controlar todo:  “Alaben el nombre de Jehová; Porque él mandó, y fueron creados” (Salmo 148:5).

En este sentido, el Espíritu creador de Dios estuvo presente al inicio, incluyendo la creación de los primeros seres humanos, Adán y Eva, tal como se aprecia en las Sagradas Escrituras:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:1-2).

Desde el principio quedó demostrado el Poder innegable de Dios, al crear todo lo que podemos observar. Se llevó a cabo de esta manera, la creación de la humanidad, las fuentes de las aguas, los animales y todo lo que en la actualidad tenemos la fortuna de poder admirar. Por eso la palabra hace énfasis en el hecho de que toda la creación alaba a Dios:  “Alaben el nombre del Señor, pues él dio una orden y todo fue creado; él lo estableció todo para siempre, y dictó una ley que no puede ser violada” (Salmos 148: 5-6)

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De esta manera, cuando Dios creó a la humanidad, quería otorgarle el don del Espíritu Santo. Mediante el árbol de la vida, simbólicamente le fue dado a Adán y Eva en el jardín del Edén.

Sin embargo, en lugar de aceptarlo, tomaron la decisión terrible de rechazarlo y desobedecer al Señor, engañados por las mentiras del diablo. Desde ese momento, Satanás ha seguido engañando a la humanidad para que deje a un lado la bendecida manera de vida de Nuestro Señor:

“en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4).

Dios tiene un plan para la humanidad y esto tiene que ver con la eliminación de Satanás y su capacidad para engañar a las naciones:  “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:1-3).

Pero al mismo tiempo, el Señor está llamando a unas pocas personas a salir del mundo del diablo, tal como se puede apreciar en la palabra: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”  (Juan 6:44)

En este sentido, Dios coloca dentro de su Iglesia por el don de su Espíritu Santo, por el cual es posible el desarrollo personal y espiritual: “Porque por medio de él, los unos y los otro, tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18).

Así que todos por igual, tanto judíos como gentiles tenemos acceso al Reino de los cielos, podemos sentir su presencia en nuestra vida, ya que Dios no hace acepción de persona, nos ama a todos por igual.

El poder pentecostés que transforma

Cuando una persona ha recibido al Espíritu Santo y está siendo guiado por él, puede llegar a convertirse en una persona transformada. Pero primeramente debe pasar por un proceso de renovación de la mente para que pueda haber un total cambio de actitud, propósito y dirección y en la vida. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje:

“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4).

El Señor quiere que como hijos de Dios tengamos una vida nueva, que formemos nuestro carácter mediante su Santo Espíritu, renovándonos en todo momento y siendo transformados por su poder.

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Pero para ella debemos ser determinantes y comprender que Dios es quien puede cambiarnos, ya que no podemos hacerlo por nuestra propia cuenta. Necesitamos de su ayuda y respaldo, para de esta manera cambiar por completo de adentro hacia afuera.

Dios desea que desarrollemos un carácter santo y justo, y esto requiere de nuestra participación. Él no quiere que seamos robots, así que nos ha dado libre albedrío. Él quiere que escojamos seguir el ejemplo de su Hijo.

Cuando permitimos que el Espíritu Santo trabaje en nosotros, comenzamos a pensar y actuar como Nuestro Señor Jesucristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).

El Señor nos revela principios espirituales mediante su Santo Espíritu, ya que nos lleva a todo entendimiento con respecto a las cosas espirituales que la mente natural que no tiene el Espíritu de Dios, no puede comprender. Esto se puede apreciar en la palabra:  “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:12-14).

De esta manera, el hombre natural está limitado a las cosas terrenales propias del mundo, por eso necesitamos al Espíritu Santo para poder comprender los misterios de Dios y sus profundidades.

Cómo acentuar nuestro potencial

Cristo hizo referencia al Espíritu Santo como nuestro Consolador, como el Espíritu de verdad que tenemos disponible mediante Nuestro Señor Jesucristo.

En este sentido, luego de la muerte y resurrección de Jesucristo, el apóstol Pedro escribió sobre cómo “por su divino poder… por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4).

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De esta forma, mediante el Espíritu Santo tenemos una herencia futura de convertirnos en hijos de Dios, es una hermosa promesa que se concreta en la medida en que nos dejamos guiar por este Espíritu, tal como lo expresa la palabra:

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:16-17).

Por su parte podemos reflexionar en torno al siguiente pasaje: “Y si el espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11)

En este sentido, los seguidores de verdad están conformados por sangre y carne, y no pueden tener acceso al Reino de Dios y adquirir la herencia:  “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50).

Sin embargo vendrá un tiempo en la cual ellos serán transformados de carne corruptible a espíritu incorruptible, y finalmente, heredaremos la vida eterna en el Reino de Dios y gobernaremos bajo Jesucristo, tal como lo expresa la palabra:

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).

De esta manera, hemos sido llamados a “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” (1 Pedro 1:4). Por eso debemos estar enfocados en nuestro propósito porque lo que observamos en este mundo es temporal pero a vida eterna con el Señor es lo que debemos anhelar y para ello es necesario dejar morir las cosas del mundo y comenzar una nueva vida en Cristo.

En este sentido el poder pentecostés es el poder del Espíritu Santo, y para llevar a cabo en nuestra vida este poder prometido y dado por Nuestro Señor Jesucristo, debemos recibirlo, aceptarlo y dejar que nos guíe y nos lleve a toda verdad porque de esta forma nos acercaremos al Reino de los cielos.

Así que el cumplimiento de nuestro potencial a cabalidad, debería ser nuestro mayor deseo y propósito en este mundo, ya que nuestro Padre no quiere que ningún alma se pierda, él quiere darnos lo mejor, que tengamos una vida plena y en abundancia.

Por esta razón tenemos que aprovechar cada instante de esta vida y luchar para vencer frente a nuestro adversario. Nuestra batalla principal es resistir ante las asechanzas del enemigo, es poder agradarle a Dios mediante nuestras acciones, teniendo un corazón puro y dispuesto a hacer la voluntad del Padre, con una mente cautiva a la obediencia de Cristo.

En este orden de ideas, la importancia del Espíritu Santo en nuestra vida, radica en hacer la perfecta voluntad de Dios, y de esta manera estaremos siendo guiados a la verdad porque a pesar de que parezca sorprendente si no tenemos el Espíritu de Dios, no podemos afirmar que somos verdaderos cristianos, tal como se aprecia en la siguiente cita:

“Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia” (Romanos 8:8-10).

Así que para agradar a Dios y obtener todo el Poder del Espíritu Santo debemos dejar nuestros deseos carnales, apartarnos de las costumbres del mundo y buscar cada día la presencia de Dios, escudriñar la palabra y mantener una comunión con Nuestro Señor, confesando nuestro pecados y debilidad, reconociendo que sin él nada podemos hacer porque su poder nos hace fuertes en medio de las adversidades, de los tropiezos, de las tribulaciones, de la escasez, entre muchas cosas que debemos atravesar, ya que es parte de nuestro proceso mejorar para crecer espiritualmente y ser verdaderamente transformados en Cristo Jesús.

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