Pelea por tu bendición – Algunos ejemplos bíblicos de la lucha espiritual para obtener la victoria

Pelea por tu bendición es una frase que se emplea mucho en el contexto cristiano, en las congregaciones donde asistimos. Sin embargo, cuando las fuerzas nos fallan, pronunciar esto puede ser algo incoherente con respecto a lo que se está viviendo en ese momento en particular.

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Índice de Contenido
  1. Pelea por tu bendición – Algunos ejemplos bíblicos de la lucha espiritual para obtener la victoria
    1. 1.- Jacob
    2. 2.- Bartimeo
    3. 3.- Lázaro
    4. 4.- Josué
  2. Cómo estás peleando para obtener tu bendición

Pelea por tu bendición – Algunos ejemplos bíblicos de la lucha espiritual para obtener la victoria

Pelear por la bendición de Dios muchas veces suena fácil pero cuando estamos en medio de la adversidad, nuestras fuerzas flaquean y nos sentimos desanimados avanzar para alcanzar la meta.

Por eso es importante que cuando se esté pasando por una prueba difícil nos acerquemos a la palabra, ya que ahí obtendremos las respuestas a nuestras interrogantes. Dentro de los personajes que lucharon por su bendición encontramos los siguientes:

1.- Jacob

En el libro de Génesis 32:22-31 podemos encontrar la historia de Jacob, quien tuvo que pelear con Dios para obtener su bendición, venciendo lo que le impedía conseguirla, venciendo su incredulidad, temor y dudas:

“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera”

En este texto, podemos observar que Jacob se encontraba en una situación muy difícil, ya que él se había dispuesto a volver a su casa, de la cual había salido después de haber engañado a su padre y a su hermano.

Jacob tuvo que pasar por muchas cosas debido a su mala actitud, a sus mentiras. Pero se disponía a regresar a casa, y sabía que no sería bien recibido. Así que se dispuso enviar primero a sus mujeres y sus hijos y los tomó de noche y pasó el vado de Jacob y se quedó en ese lugar solo.

En este sentido, la situación que estaba viviendo Jacob, no fue una limitante para pelar por su bendición. Según las Escrituras, la batalla duró toda la noche hasta que rayaba el alba, así que fue una lucha en la cual él debía vencer sus miedos, reconocer sus errores y renovar su fe.

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Esta lucha no resultó sencilla, incluso fue tan fuerte que el ángel tuvo que tocar el encaje de su muslo para lograr que Jacob renunciara de este combate.

Ciertamente el dolor que debe haber sufrido Jacob, fue en extremo doloroso, ya que su muslo fue descoyuntado. Sin embargo, en este hombre existía determinación, por eso cuando el ángel le dice que lo deje que raya el alba, Jacob se negó y exigió su bendición: “No te dejaré, sino me bendices“.

De esta manera que pelear por nuestra bendición implica determinación, y para ello debemos saber que es una necesidad acercarnos a Dios y pedirle aquello que anhelamos y que como sus hijos podemos pedirle desde nuestra humildad, reconociendo siempre su soberanía y su perfecta voluntad.

2.- Bartimeo

Por otro lado, debemos tomar como referencias otros ejemplos bíblicos para así tener conocimientos de la manera en la que el Señor trabaja con cada uno de sus hijos. En este caso, encontramos al ciego que no guardó silencio hasta que Jesús hizo un milagro en su vida y le otorgó la vista. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje:

“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (Marcos 10:46-52)

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En este sentido, Bartimeo no se fue de aquel lugar hasta no ser bendecido porque su ceguera le afectaba su vida, por eso luchó por su milagro porque reconocía el poder de Jesús. A pesar de que muchos lo mandaron a callar, él no se fue, él seguía gritando para ser escuchado y así ser sanado de la ceguera que lo limitaba. Esa fe es la que se necesita para obtener lo que tanto anhelamos y necesitamos porque la voluntad de Cristo es perfecta.

3.- Lázaro

Otra de las historias donde podemos ver el poder de Nuestro Señor Jesucristo, es la de Lázaro, en la cual a pesar de la incredulidad, se manifestó dándole vida al que estaba muerto. Jesús él podía ver el corazón de los familiares y sintió misericordia. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje:

“Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:38-40)

En este pasaje podemos ver que las hermanas de Lázaro, Martha y María y ellas le avisaron a Jesús que su hermano estaba muy enfermo y por eso Jesús decide quedarse dos días más en el lugar donde se hallaba. Pero él sabía bien que era para que se manifestara con el gran milagro de la resurrección de su querido amigo Lázaro.

Sin embargo, cuando les dicen a los discípulos vamos a Judea los discípulos sintieron gran temor y le dijeron cómo quieres tú ir otra vez en donde casi te apedrean, a lo que Jesús les dice que Lázaro duerme y por eso ellos pensaron que el sueño se refería al sueño natural.

 Pero al no comprender lo que había dicho, Jesús les dice claramente que Lázaro ha muerto, en lo que llega al lugar pudo observar la gran multitud de Judíos que les daban el pésame a las hermanas de Lázaro, y Jesús se conmovió en su corazón y lloró por su amigo.

 Nuestro Señor Jesús, se conmovido profundamente otra vez y se acercó al sepulcro y dijo: “Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?´´ (vers. 39-40)

Hay que resaltar que Lázaro era cristiano junto con sus hermanas y debemos comprender que a los creyentes también les llegan enfermedades y muerte física cuando Dios así lo permite, y muchas veces a pesar de que pidamos sanidad, esto no sucede, porque el Señor es soberano y hace su perfecta voluntad.

Sin embargo, Lázaro fue resucitado y se llevó a cabo el plan de Dios para la vida de esta familia y para los que creyeron a Jesús por el milagro de la resurrección de Lázaro. Por eso debemos pelear por nuestra bendición, incluso cuando no veamos una salida, ya que el Señor ve nuestra fe y actúa conforme a ella porque sin fe no podemos agradarle.

4.- Josué

Este gran hombre de la biblia es otro de los ejemplos delo que significa pelear por la bendición. Este personaje es el sucesor de Moisés y tenía una gran misión por cumplir, y era continuar el propósito que se le fue asignado a Moisés, tal como se puede ver en el siguiente pasaje:

“Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos. Y Moisés los envió desde el desierto de Parán, conforme a la palabra de Jehová; y todos aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel” (Números 13: 1-4)

En este propósito podemos observar diferentes aspectos dignos de analizar. Podemos apreciar por un lado la promesa del Señor en otorgarles la tierra donde fluye leche y miel, pero también encontramos la actitud de incredulidad de los espías, a excepción de Josué y Caleb.

Al respecto podemos hacernos la siguiente interrogante  por qué necesitaban ir primero a investigar cómo era la tierra, sencillamente porque necesitaban saber cómo es el enemigo, pero la palabra de Dios es clara y contundente: “nuestra lucha no es contra carne y sangre sino contra huestes de maldad que gobiernan en las regiones celestes”

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Entonces, qué pasa con la fe, qué pasa con la creencia en el poder de Dios y el cumplimiento de sus promesas. Si él ofreció la tierra próspera, pues ciertamente él la dará pero a su tiempo, ya que es soberano y su voluntad es perfecta. Nada está en nuestras manos sino en las manos de nuestro Padre Celestial.

En este sentido Josué y Caleb no sintieron temor porque ellos si creyeron en la promesa del Señor, no fueron incrédulos como los diez espías que los seguían y estos mismos transmitieron a toda la multitud esa misma incredulidad hacia la promesa de Dios y el temor de tener que enfrentarse a esos gigantes, cuya estatura era de 3.5m de altura aproximadamente.

Por esta razón no debemos ser como estos espías ni transmitirles nuestras dudas, incertidumbres y miedos a nuestra familia. Dios nos demanda a ser valientes y esforzados y a estar preparados para enfrentar al enemigo y poder superar las adversidades propias de la vida y que siempre van a existir.

Por esta razón antes de poder obtener disfrutar las bendiciones de Dios y disfrutarlas, tenemos que pagar un precio, así como ellos tuvieron que luchar por ir conquistando la tierra que el Señor les había prometido.

De igual forma, podemos apreciar cómo el Señor le recuerda a Josué su promesa: “Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Josué 1: 2-5)

Muchos de los que caminaban junto a Josué no creyeron a esta promesa, pero este ejemplar hombre cumplió con lo que el Señor le mandó que hiciera para poder tener el respaldo de Dios y guardó su mandamiento dentro de su corazón. Y esto corresponde a lo que la palabra nos demanda como hijos de Dios: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”  (Hebreos 11:6)

Cómo estás peleando para obtener tu bendición

Volviendo al caso de Jacob y la lucha que tuvo con el ángel, debemos analizar su situación porque cuando el ángel observó la determinación de Jacob lo bendijo y le cambió el nombre. Y aquel varón le dijo: “¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.  Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” (vers. 28)

Pelea por tu bendición
Pelea por tu bendición

En este sentido, Jacob significaba “usurpador” que hace referencia a una persona que suplanta, así que su nombre fue cambiado por Israel, luchador con Dios. De esta forma, cuando el Señor te bendice, debes experimentar un cambio verdadero, una transformación y por eso cambia tu nombre porque ahora eres el hijo de Dios, el escogido, el bendecido.

Sin embargo, para obtener la bendición debemos pelear por la victoria y muchas veces tendremos que pasar por diferentes pruebas y procesos. Jacob al enfrentarse con Dios sufrió dolor físico, donde su muslo se vio afectado: “Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera” (vers. 31).

En este sentido, cuando Dios bendijo a Jacob cojeaba de su cadera debido a la transformación que sufrió tras haberse enfrentado de forma tan persistente con el ángel. Así que cuando tienes un encuentro con el Señor debes ser cambiado totalmente, limpiado y purificado por su Santo Espíritu.

Así que en la biblia podemos ver muestras del Poder de Dios y del impacto que tiene en nuestra vida el hecho de pelear por nuestra bendición, tal como lo hizo Jacob, quien tuvo que vencer sus propios miedos y luchar contra Dios, acentuando su fe, la cual lo hizo vencedor.

También podemos ver ejemplos como Bartimeo que no pudo ser silenciado hasta alcanzar su milagro porque él sabía que Jesús podía sanarlo, lo creyó y por eso lo obtuvo. No se calló sino que gritó aún con más fuerza.

En este sentido pelear por nuestras bendiciones tiene que ver con la fe, con nuestra creencia de que obtendremos la victoria a pesar de que no veamos el resultado cuando queremos. Recordemos que su perfecta voluntad se lleva a cabo en su tiempo, no en el nuestro.

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