El buen pastor – Características que lo definen
El Buen Pastor hace referencia a lo que representa Nuestro Señor Jesucristo para nuestra vida, ya que él es nuestro pastor por excelencia, es nuestra guía, nuestro sustento y apoyo, nuestro protector. Tal como lo expresa la palabra:
“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmos 23: 1-6)
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Este hermoso salmo describe perfectamente lo que significa ser pastor y nuestro principal pastor es Nuestro Señor, quien nos guía y nos sustenta en todo momento. El buen pastor es quien conforta nuestra alma, es nuestro alivio perfecto.
De igual forma, él es quien nos provee todo lo que necesitamos en esta vida, es nuestra fuerza, nuestro escudo, nuestro resguardo eterno. El Señor es nuestro pastor y por eso ningún hijo de Dios estará desamparado jamás.
El buen pastor – Características que lo definen
El buen pastor es aquel que da su vida por sus ovejas, las conoce y las protege de los lobos que las quieren devorar. Esto hace alusión a la función que tienen los ministros de Dios para pastorear a su rebaño, que representa el cuerpo de Cristo. Dentro de las características del buen pastor encontramos las siguientes:
1.- Muere por sus ovejas
El buen pastor es capaz de dar su vida por sus ovejas, dejando todo de un lado para regresar las ovejas al redil, al camino de la luz, al camino correcto que debemos seguir.
Como hijos de Dios tenemos un propósito en este mundo, todos somos ovejas que deben seguir al buen pastor, a Nuestro Padre Celestial, quien es nuestra guía, amigo, sustento.
En la actualidad estamos rodeados de muchas adversidades que nos agobian y nos hacen desviarnos del camino correcto. El enemigo tiene como fin hacernos sentir mal y culpables. Por eso debemos tener claros quiénes somos en Cristo, para saber que hemos sido justificados ante el Señor y nuestros pecados han sido perdonados mediante el sacrificio perfecto de Cristo. Tal como lo señala la palabra:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
Por esta razón, ya Jesús no se acuerda más de nuestras iniquidades, porque por sus llagas hemos sido salvados y ya nadie podrá juzgarnos ni señalarnos porque estamos purificados por medio de aquel que nos amó y nos llamó a su luz admirable. Cristo murió por nosotros, por sus ovejas.
Es aquí donde entra la gracia del Señor en nuestra vida, la cual es inmerecida, y hemos sido declarados justos, a pesar de nuestra maldad, mediante de nuestra fe en Jesús, tal como lo señala la palabra:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9)
En este sentido, queda claro que nuestra salvación no depende de nuestras obras aquí en la tierra, sino que es un regalo inmerecido que Nuestro Señor Jesucristo nos otorga por su gracia, amor y misericordia.
Por lo cual, en vez de hacer énfasis en lo que hacemos en este mundo, debemos enfocarnos en quiénes somos en Cristo Jesús y en nuestro propósito principal como hijos de Dios.
Por otro lado, debemos recordar que todos hemos sido llamado para dar a conocer la verdad a toda criatura, para ayudar al necesitado, liberar al esclavo, y no para señalar y juzgarnos unos con otros.
En cierta forma todos somos pastores, ya que debemos guiar al ciego a que encuentre la luz de Cristo. Nuestro Ministerio comienza con nosotros mismos, con nuestro hogar, ya que debemos dar testimonio de la grandeza de Dios en nuestra vida y manifestar el fruto del Espíritu santo diariamente, tal como lo demanda la palabra: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23)
En este sentido Nuestro Señor Jesucristo no solo dio su vida en sacrificio en la Cruz el Calvario, sino que resucitó venciendo a la misma muerte. Así que quienes creen en él, no se perderán y tendrán vida eterna.
Esto representa el modelo a seguir que deben considerar considerar los líderes religiosos que solo se centran en sus propios intereses y ganar dinero por la obra de Dios que llevan a cabo.
Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 Pedro 5:2)
Esta cita hace referencia a los falsos maestros que se desviaron del propósito de Dios en la tierra y pretenden engañar con doctrinas de hombre, desobedeciendo el mandato de Dios a cabalidad. Sin duda serán juzgados, tal como lo establece la palabra:
“Así que, pastores, escuchen este mensaje del SEÑOR: Prometo por mí mismo, dice el Señor DIOS, que ustedes, pastores, serán castigados por haber tomado mis ovejas como un botín, por dejarlas sin pastor a merced de los animales salvajes, por ni siquiera haber tratado de ir a buscarlas, por ignorarlas y por cuidarse sólo a sí mismos. Por lo tanto, pastores, escuchen este mensaje del SEÑOR. Así dice el Señor DIOS: ¡Miren, estoy contra esos pastores y les demandaré mis ovejas! ¡Los echaré, no los dejaré pastorear mis ovejas nunca más! Rescataré mis ovejas de sus fauces, y los pastores ya no se alimentarán de ellas” (Ezequiel 34: 7-10)
En esta cita, podemos ver lo severa que son las consecuencias para aquellos pastores que no cumplen con los preceptos de Dios y se olvidan de su propósito, poniendo sus propios intereses por encima de sus ovejas.
Por esta razón es importante estar apercibidos y no olvidar lo que se nos demanda porque en el tribunal del Cristo tendremos que rendirle cuentas al Señor de todas nuestras acciones en este mundo.
2.- Ama a sus ovejas
El amor es lo que nos une a Cristo y como sus ovejas hemos sentido el amor en nuestros corazones porque el Señor es amor. Cuando conocemos a Dios, conocemos su amor:
“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:7-9)
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Jesucristo dio su vida por nosotros por amor a la humanidad, por lo cual no importa todas las veces que le fallemos, él es fiel y su amor para con nosotros es inmutable. Nuestro señor siempre está dispuesto a disciplinarnos, para que estemos en obediencia y podamos superar las pruebas.
De igual forma, el Señor quiere restaurarnos y darnos una nueva vida para que podamos encaminarnos hacia la luz admirable de Cristo.
3.- Une a sus ovejas
Jesucristo es el pastor que vino a unir los rebaños de dos rediles, el de los judíos y el de los gentiles. De la misma forma, en la actualidad él une los distintos rediles, que podrían representar las congregaciones, para que se unan y formen parte de un solo rebaño, un solo cuerpo en Cristo formado por muchos miembros igual de importantes para llevar a cabo la obra de Dios aquí en la tierra y enaltecer el nombre de Jehová de los ejércitos, del Todopoderoso. Tal como lo demanda la palabra:
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Corintios 12:12-14)
En esta cita se señala que somos un cuerpo en Cristo Jesús, constituido por diferentes miembros que tienen un fin determinado según la voluntad de Dios. Por eso no pueden existir divisiones ni contiendas porque solo debemos rendirle pleitesía al Señor y no dejarnos guiar por mandatos de hombres que buscan dividir, separar y desviarnos del camino correcto que es Cristo.
En este sentido, Jesucristo rompió el muro que nos separaba, por esta razón y ahora somos nuevas criaturas que forman parte de una nueva sociedad santa, apartada para cumplir los propósitos y la perfecta voluntad de nuestro Señor. Tal como lo señala la palabra:
“Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación” (Efesios 2:14)
De esta manera, nuestro buen pastor por excelencia es Cristo, y por eso debemos permanecer firmes y ser obedientes a su perfecta voluntad, la cual está establecida en su palabra.
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