El silencio: Cuando Dios deja de hablar
Nuestro tema se titula “Cuando Dios deja de hablar”. La Biblia contiene varios ejemplos en los que Dios habla de forma audible a las personas. Las Escrituras nos dicen incluso que Moisés, que sacó al pueblo de Dios, Israel, de la esclavitud en Egipto, habló cara a cara con el Señor (Éxodo 33:11). Pero hay muchos otros ejemplos de momentos en los que Dios estuvo en silencio.
De hecho, en la Biblia se habla mucho más del silencio que del habla. Hay muchos casos en los que Dios habló a la gente, pero se da mucha más información sobre el silencio de Dios. Esto no sólo es cierto en la Biblia, sino también en nuestras vidas y experiencias personales.
Si bien la mayoría de nosotros nunca ha escuchado una voz audible del cielo como algunos lo han hecho, todos hemos experimentado ciertamente momentos en los que hemos pedido la guía de Dios sólo para encontrarnos con el silencio.
¿Qué significa esto? ¿Por qué ocurre esto? Veamos algunos ejemplos de las Escrituras y descubramos lo que pueden enseñarnos sobre nuestra relación con Cristo y cómo podemos responder cuando Él parece tan silencioso.
El silencio como respuesta a nuestro pecado
El silencio de Jesús es algo más que el silencio ante el sufrimiento injusto. Es también una respuesta increíble a nuestra condición pecadora y a que no podemos arreglarla por nosotros mismos: "¡Dios mío, me arrepiento de los pecados que he cometido contra ti!". De este modo, podemos ver que el silencio de Jesús no es simplemente una evasión de una situación: es, en realidad, un signo de su amor por nosotros en su disposición a sacrificarse por nosotros (véase Juan 3:16).
El silencio como resultado del juicio.
Cuando Pedro reprendió a Jesús después de su arresto, fue inmediatamente silenciado por el Señor: "No digas nada todavía; cuando mi siervo haya sido exaltado".
El silencio ante el sufrimiento
El silencio de Dios puede ser una expresión de la respuesta de Dios al sufrimiento. En los Salmos, por ejemplo, David no deja de pedir ayuda a Dios; su lamento ante el sufrimiento se expresa en oraciones y peticiones, así como en protestas contra la injusticia.
Dar voz al dolor forma parte de la manera de entender nuestra propia humanidad y la de los demás. Cuando guardamos silencio ante la injusticia, es fácil deshumanizar a quienes experimentan el dolor o la adversidad porque no tienen voz para defender sus derechos y necesidades.
Cuando les negamos su humanidad al negarnos a escucharles en absoluto, entonces no nos queda mucho más que la crueldad, e incluso entonces sólo si nos sentimos lo suficientemente fuertes por comparación no sólo con nuestras víctimas sino también con los demás (lo que no siempre es cierto).
Así que cuando Dios deja de hablar (o tarda mucho en hacerlo), ¿qué debemos hacer mientras esperamos? Debemos recordar que cada persona tiene una historia que vale la pena escuchar.
El silencio para escuchar mejor a Dios
Cuando Dios deja de hablar, no siempre es porque esté enfadado con nosotros. A veces, simplemente necesitamos dejar de escuchar para poder oírle mejor. Lo sé porque yo mismo he pasado por eso. Cuanto más trataba de forzar las conversaciones con Dios, menos estaba dispuesto a decir nada.
En lugar de centrarme en lo que decía y escuchar su voz en ello, mi mente se preocupaba por lo que yo quería que dijera o por cómo deseaba que esa conversación hubiera sido diferente. Tardé un tiempo en darme cuenta de que, cuando Dios dejó de hablar, no sólo tenía que reevaluar mi enfoque hacia él, sino también que quizá no estaba tan enfadado conmigo como yo pensaba.
El silencio como don
El silencio es un regalo. El silencio es un tiempo para escuchar. El silencio es un tiempo para rezar, escuchar y conversar con Dios. El silencio no es estar callado o no hablar; no es la ausencia de sonido o actividad, sino más bien un tiempo intencional en el que no tenemos nada más que decir para poder escuchar lo que Dios quiere que sepamos (o al menos creo que es así).
El silencio no es sólo algo que ocurre cuando no hay palabras entre nosotros - el silencio ocurre porque a veces es más fácil para los que nos rodean hablar por encima de los demás que dejar que otro termine su pensamiento o idea antes de hablar de nuevo.
Cuando la gente no se calla lo suficiente, a menudo se aprovecha de la oportunidad de otra persona para compartir interrumpiéndola mientras está en medio de una frase; esto impide que todos tengan la misma oportunidad de expresarse libremente sin ser interrumpidos (o peor, ignorados completamente) por la voz de otra persona que ahoga la suya.
El silencio es algo que debemos entender en nuestra relación con Dios.
Como puedes ver, el silencio es un regalo. Dios nos ha hablado a través de su Palabra, y sigue hablándonos a través de otros cuando escuchamos. Sin embargo, a veces el silencio es lo más valioso que recibimos de Dios.
El silencio puede ser una respuesta a nuestro pecado (cuando guardamos silencio sobre algo que necesita ser revelado), o puede venir del sufrimiento (cuando no hay respuesta). Pero la mayoría de las veces, el silencio es lo que nos permite escuchar a los demás (para oír lo que han dicho) o, mejor aún, ¡para oír la voz de Dios dentro de nosotros mismos! ¿Por qué no intentas escuchar hoy?
Conclusión
Cuando Jesús guarda silencio en la cruz, no nos está hablando de un plan cósmico; nos está diciendo que este mundo no es todo lo que hay. El silencio de Jesús ante el sufrimiento y la muerte habla más alto que las palabras. Estamos llamados a imitarle en este sentido, escuchando a Dios mediante la oración y esperando su liberación del mal.
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