Sacudido pero no salvo - Qué nos dice la Biblia
Sacudido pero no salvo es una frase que nos puede llevar a muchas interrogantes acerca de nuestra condición como cristianos, ya que es conocido que la salvación es por gracia y no por obras, tal como se anuncia en su palabra: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9)
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En este sentido, la salvación es un regalo no merecido que se nos otorga por medio de Nuestro Señor Jesucristo y el pacto divino en la Cruz del Calvario donde venció a la muerte para darnos la vida eterna.
Sacudido pero no salvo - Qué nos dice la Biblia
Ser salvos es un regalo preciado que debemos cuidar porque hemos sido perdonados por gracia, por el amor de Cristo, por su infinita misericordia. Nos dio su vida a cambio del perdón y la purificación de nuestra alma. Lo cual pagó a precio de sangre al entregarse como un cordero en sacrificio.
Sin embargo, a pesar de que hemos creído en Nuestro Señor Jesucristo y lo hemos recibido como nuestro único y verdadero salvador, puede que en ciertos momentos nos preguntemos o tengamos dudas de nuestra salvación porque sin duda alguna, estamos luchando siempre con la carne, con las cosas de este mundo que nos rodea y que muchas veces nos tienta a hacer cosas que no nos conviene. Pero la palabra es clara y contundente: "Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica” (1 Corintios 10:23)
En este sentido, podemos ser sacudidos por la incertidumbre con respecto a nuestra salvación y al hecho de estar o no haciendo lo correcto delante de los ojos de Dios. Estas dudas pueden ser un obstáculo para nuestro crecimiento personal.
Tres formas de comprender Nuestra Salvación
Como hijos de Dios, debemos tener la seguridad y certeza de que Nuestro Padre nos ama y nos ha dado la salvación por gracia. Para tener la certeza de la salvación debemos conocer estas tres formas para comprender nuestra salvación:
1.- La Biblia dice que eres salvo
La primera forma de saber que somos salvos es que la Palabra lo señala. Como hijos de Dios debemos saber que la biblia no es cualquier libro, no es un simple texto, sino que se refiere a la voz de Dios, de un Dios que está vivo y nos habla a través de su palabra, y él no miente, por lo cual podemos creer, estar confiados y depender de su palabra.
En el libro de 1 Juan 5:13 podemos apreciarlo siguiente: “Estas cosas os he escrito a vosotros los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. En esta cita, Dios nos señala claramente que él no quiere que vivamos inseguros de nuestra salvación.
Este versículo nos muestra que Dios no quiere que permanezcamos inseguros de nuestra salvación, y la palabra lo certifica, ya que Nuestro Señor quiere que tengamos la certeza de nuestra salvación mediante su palabra donde podemos encontrar sus promesas, maravillas, prodigios y las buenas nuevas de salvación.
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Otro versículo donde podemos certificar que somos salvos una vez que confesamos su nombre y aceptamos que Jesús es nuestro único Dios: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-13)
En este sentido, mediante esta oración de fe, toda persona alcanza la salvación pero debe hacerse con la convicción de que Jesucristo dio su vida por cada uno de nosotros mediante su sacrificio en la cruz del calvario. Este pacto perfecto simboliza la prueba de amor más hermosa que ha sobrepasado los límites de la razón humana. Tal como se señala en la palabra: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16)
Este versículo nos señala que cuando creemos en Nuestro Señor Jesucristo somos salvos; tenemos vida eterna y no pereceremos. De esta manera, somos salvos cuando creemos en Él y lo recibimos como nuestro Salvador. Ésta Palabra es inmutable, confiable, no cambia. Así que cuando dependemos de los hechos que aparecen en la Palabra de Dios, en vez de guiarnos de nuestros propios sentimientos o deducciones, es una forma consistente de poder obtener la certeza de que realmente somos salvos.
2.- El Espíritu Santo da testimonio de nuestra salvación
Otra manera en la que podemos estar seguros de que somos salvos es a través del Santo Espíritu. Así que el Señor nos dio dos regalos extraordinarios, tal como su palabra y el Espíritu Santo, y ambos muestran que cuando creemos y confiamos en Cristo, somos salvos por la eternidad.
En este sentido, cuando nacemos de nuevo al creer en Nuestro Señor Jesucristo, el Espíritu Santo comienza a morar dentro de nosotros para siempre, y esto lo podemos ver en el libro de Romanos 8:16 donde se nos habla acerca de estos dos espíritus:
”El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
Así que El Espíritu Santo da testimonio en nuestro interior, en nuestro espíritu, de que realmente somos salvos. Por eso solamente él y la palabra pueden certificar nuestra salvación porque nos muestran el sentido del sacrificio de Cristo y su pacto divino
Cuando dudamos de nuestra salvación, estamos poniendo en duda la palabra y podemos contristar al Espíritu Santo porque él nos conduce a toda verdad y si esa verdad no está en nosotros es porque ha menguado nuestra fe.
Sin embargo, ser salvo no es una tarjeta que te permite acceder al pecado, sino todo lo contrario, ya que el mismo Espíritu Santo te redarguye y te quebranta cuando te acercas al pecado o no logras dominar la carne. Al respecto el libro de 1 Corintios 12:3 nos afirma que “nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”.
De esta forma, cuando estamos llenos del Espíritu Santo podemos reconocer el Poder de Dios en nuestra vida en todos los ámbito y no solo cuando asistimos a la congregación. Estar llenos de su Santo Espíritu es saber que somos Hijos, y que tenemos la salvación por gracia, por amor de quien murió por cada uno de nosotros y siendo inocente se entregó como cordero al matadero y en una cruz venció a la muerte dando su propia vida. Pero resucitó en gloria, derrotando de esta forma a Satanás y dándole vida eterna a sus hijos
3.- Sabemos que somos salvos cuando amamos al prójimo
Una de las muestras de que nuestra vida ha sido transformada es porque el amor comienza a manifestarse y sentimos compasión por los demás. De igual forma que la palabra y el Espíritu Santo, dan testimonio de nuestra salvación, el amor hacia nuestro semejante es otra de las manifestaciones de que somos salvos porque el amor nos hace libres de la maldad y saca a la luz el amor de Cristo que está en nosotros y que nos da entrada al reino de los cielos.
Además de la Palabra de Dios y el Espíritu en nosotros, podemos saber que somos salvos porque tenemos un amor genuino por nuestros hermanos en Cristo, incluso por aquellos que pueden ser muy distintos de nosotros.
Este amor no es algo que teníamos antes de ser salvos, y tampoco es algo que fabricamos después de ser salvos. Este amor es el resultado espontáneo de haber recibido la vida de Dios al ser regenerados. Tal como lo señala la palabra: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14)
Este amor en nosotros por nuestros hermanos en Dios es otra evidencia de que verdaderamente somos salvos. porque como sus hijos debemos ser semejantes a él, llenos de ese amor que sobrepasa todo entendimiento, llenos de su compasión, haciendo las mismas cosas que él hizo y aún mayores como lo demanda su palabra: “En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12)
En este sentido, ser sacudido pero no salvo es una frase que nos puede llevar a diferentes posturas con respecto a lo que es la salvación y acerca de nuestra condición como cristianos, porque el mundo nos quiere llenar de dudas y de incredulidad que ponen en juego nuestra fe, aquella que nos sostiene y que nos permite estar firmes sobre la roca que es Cristo.
Cuando somos sacudidos, somos llamados a hacer la voluntad del Padre, y cuando tenemos ese llamado, su propósito no puede ser estorbado. Por esta razón somos salvos porque a Dios le ha placido perdonarnos de toda nuestra maldad y hacernos libre de las ataduras del diablo.
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