Valores Que No Debemos Perder En La Familia Cristiana

Hay cosas más importantes que ser cristiano, pero hay pocas cosas más importantes que ser una familia. La familia es la institución de Dios, y se le ha dado un lugar central en su plan para el mundo. Puede que las familias no sean perfectas, pero pueden ser lugares sagrados donde aprendemos sobre Dios y llegamos a conocernos mejor como hermanos y hermanas en Cristo.

Valores Que No Debemos Perder En La Familia Cristiana

Índice de Contenido
  1. Una familia cristiana debe ser una familia bien organizada.
  2. Una familia cristiana debe ser una familia feliz.
  3. Una familia cristiana debe ser una familia santa.
  4. Una familia cristiana debe ser una familia orante.
  5. Una familia cristiana debe ser una familia fiel y leal.
  6. Una familia cristiana debe ser una familia generosa y hospitalaria.
  7. Una familia cristiana debe ser una familia fraterna y armoniosa.
  8. Una familia cristiana debe ser una familia evangelizadora.
  9. Una familia cristiana debe ser una familia inclusiva.
  10. Una familia cristiana debe estar abierta a la renovación y al cambio.
  11. Los valores del reino deben marcar el carácter de las familias que son verdaderamente cristianas
  12. Conclusión

Una familia cristiana debe ser una familia bien organizada.

Dios nos ha dado un maravilloso regalo en nuestras familias. Es importante que las cuidemos y las protejamos de cualquier daño. La mejor manera de hacerlo es siendo organizados, lo que nos permite estar preparados para cualquier cosa que se nos presente. Una familia bien organizada es aquella que reza junta, adora junta y se ama.

Una familia cristiana bien organizada tiene tiempos de oración regulares en los que pueden presentarse ante Dios como unidad familiar y pedirle sus bendiciones para su vida en común, tanto individualmente como colectivamente como grupo.

La Biblia dice: "La oración es un medio excelente para desarrollar el carácter moral porque implica tomar decisiones de acuerdo con lo que sabemos sobre la voluntad de Dios". (The New Dictionary of Biblical Theology) Necesitamos este tipo de disciplina para que cuando lleguen los tiempos difíciles (y lo harán), no perdamos el ánimo porque somos fuertes en la fe a través de la oración.

Una familia cristiana debe ser una familia feliz.

Una familia cristiana debe ser una familia feliz. La felicidad de la familia no se basa en las posesiones materiales, sino que se basa en el amor mutuo, el respeto y la confianza. También se basa en un sentido de pertenencia y propósito.

Cuando se tiene una vida familiar feliz, se pueden hacer cosas juntos que de otro modo serían imposibles. Pueden salir a cenar juntos o incluso cuidarse mutuamente cuando uno de sus miembros se pone enfermo o sufre algún tipo de lesión.

Una familia cristiana debe ser una familia santa.

  • La familia debe ser un lugar de oración: Según la Biblia, cada miembro de la familia tiene algo de lo que es responsable y debe hacer para vivir su vida como parte del plan de Dios. Esto incluye orar juntos como un solo cuerpo (1 Corintios 3:16). La iglesia debe ser una extensión de nuestros hogares, ya que es donde adoramos fuera de nuestra casa.
  • La familia debe ser un lugar de adoración: En esta época, es muy fácil que nos distraigamos con cosas mundanas cuando llegamos a casa del trabajo o después de la escuela. Por eso es importante que nosotros como cristianos no sólo criemos a nuestros hijos en el temor de Dios, sino que también les enseñemos a adorarle a través de la música (Salmo 149), la oración (Filipenses 4), la lectura de su palabra (2 Timoteo 3) y la comunión con otros creyentes en la iglesia los domingos.

Una familia cristiana debe ser una familia orante.

La oración de una familia cristiana debe ser más que un acto formal. La oración es una relación con Dios que nos une a su voluntad y a su amor. Una familia que reza unida crece en la fe y en la esperanza, haciéndola más fuerte frente a los desafíos de la vida.

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Por ejemplo, cuando uno pide la ayuda divina o el perdón de sus pecados -y sabe que su hijo o hija está rezando al mismo tiempo- se hace más consciente de la presencia de Dios en sus vidas y comprenderá mejor lo importante que es obedecerle tanto individualmente como en grupo.

Una familia cristiana también debe rezar junta ante situaciones difíciles: enfermedades, muertes, desempleo... Son momentos difíciles que pueden hacernos perder la esperanza si no confiamos en la providencia de Dios.

Es en estos momentos cuando las familias necesitan más la oración: ¡no deben dejar que su fe decaiga! Cuando se vuelven hacia Dios en esos momentos difíciles, demuestran su amor por él a través de su disposición a aceptar todo lo que él ha planeado para ellos (1 Pedro 4:7).

Una familia cristiana debe ser una familia fiel y leal.

  • La lealtad es uno de los valores más importantes que no debemos perder en nuestra familia cristiana.
  • Lealtad a Dios: Una familia cristiana debe ser leal a Dios, que la ha creado y los ha bendecido con todo lo que tienen.
  • Lealtad a los demás: Los miembros de una familia cristiana deben ser leales entre sí respetando los derechos y responsabilidades de cada uno.
  • Lealtad en el matrimonio: El matrimonio es una unión sagrada entre dos personas que se aman hasta que la muerte los separe; por lo tanto, la lealtad es necesaria para las parejas que quieren que su matrimonio dure toda la vida.

Una familia cristiana debe ser una familia generosa y hospitalaria.

La familia es la primera y más importante escuela de caridad. Según San Pablo, "la mayor de ellas es el amor". En la familia, las acciones hablan más que las palabras: cada comida compartida con los demás, cada visita a alguien que necesita ayuda -incluso el simple hecho de abrir una puerta a alguien- es un acto de amor. Cuando éramos jóvenes, nuestros padres nos lo enseñaron con el ejemplo: acogían a sus amigos y parientes en su casa; invitaban a cenar a personas necesitadas; compartían lo que tenían con los demás siempre que era posible.

Hoy en día es fácil perder de vista estos valores: ¡hay tantas cosas que nos distraen de practicar la verdadera hospitalidad! Nos hemos acostumbrado a no poder ofrecer nada más que lo que nos sobra después de pagar todas nuestras facturas; luchamos cada mes tratando de no retrasarnos en los pagos de la comida o los servicios públicos o el alquiler; a veces parece imposible simplemente dormir lo suficiente por la noche (gracias Netflix).

Pero recordemos que la hospitalidad no consiste sólo en ofrecer a la gente algo material, sino también en compartir parte de nosotros mismos con ellos a través de la conversación. Y si no puedes permitirte mucho más que la comida o el alojamiento, entonces el tiempo que pases escuchando atentamente puede ser incluso más valioso que el dinero.

Una familia cristiana debe ser una familia fraterna y armoniosa.

La familia es el lugar donde uno debe sentirse querido y respetado. Es un lugar en el que se valora a cada uno por lo que es, y no se trata sólo de los miembros de la familia, sino también de los que forman parte de tu vida. Tu familia no puede tener éxito si no haces que se sientan bienvenidos a ser ellos mismos delante de ti, para que puedan decir lo que piensan sin ninguna preocupación.

Lo más importante cuando se trata de las relaciones con tu pareja o cónyuge, hermanos o padres es que se sientan lo suficientemente cómodos unos con otros para que puedan reírse de vez en cuando durante las conversaciones, así como en las actividades compartidas, como ver películas juntos en casa.

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Una familia cristiana debe ser una familia evangelizadora.

Una familia cristiana es un campo de misión. La familia es una iglesia en miniatura. Es la primera escuela de evangelización. Los miembros de la familia pueden ser misioneros, que anuncian la Buena Nueva con su palabra y su ejemplo (cf. 1 Cor 9,19-23; 2 Tm 4,5).

La primera tarea de los padres y de los hijos debe ser la de evangelizarse mutuamente, enseñándose a conocer a Jesús, rezando juntos y, sobre todo, acogiendo a Cristo en su corazón como hacen los niños pequeños (cf. Mt 18,3).

Una familia cristiana debe ser una familia inclusiva.

En la familia cristiana, debemos estar dispuestos a aceptar nuevos miembros en la familia. Debemos permitirles cambiar, crecer y aprender de los demás. No debemos tener miedo de las nuevas ideas y tradiciones que pueden ayudarnos a ser mejores cristianos o incluso a mejorar nuestra relación con los miembros de la familia que ya tenemos.

Es importante que las familias cristianas tengan una mentalidad abierta respecto a la religión, la cultura y las prácticas, para poder acoger siempre a las personas que proceden de entornos y creencias diferentes a las suyas.

Una familia cristiana debe estar abierta a la renovación y al cambio.

La familia es una institución dinámica, y debe ser flexible si quiere seguir siendo relevante. Como tal, la familia debe estar abierta al cambio. La familia debe estar dispuesta a aceptar nuevos miembros, lo que significa acoger a los hijos adoptados o nacidos fuera del matrimonio.

También incluye ofrecer hospitalidad a otros parientes que no sean consanguíneos, pero que sigan formando parte del mismo hogar o clan; por ejemplo, en muchas culturas era normal tener un tío o una tía viviendo con uno (y hoy en día muchas familias acogen a sus padres ancianos).

La familia también debe acoger las nuevas ideas y los retos que surjan de ella misma: por ejemplo, si un miembro ha tenido éxito en algo que los demás nunca pensaron que fuera posible (como montar un negocio), debe compartir lo que hizo para que los demás puedan aprender de esta experiencia en lugar de sentirse intimidados por ella o resentidos por haberse quedado atrás respecto a los que sí pudieron llevar a cabo sus sueños.

Los valores del reino deben marcar el carácter de las familias que son verdaderamente cristianas

Los valores del reino no son sólo para las familias, sino para toda la iglesia. La iglesia debe ser una familia de familias. Está formada por muchas familias cristianas individuales que intentan vivir su fe en sus hogares, lugares de trabajo y comunidades. La iglesia también está formada por todos aquellos que han nacido de nuevo por la gracia de Dios y están unidos como un solo cuerpo por medio de Jesucristo (1 Cor 12:12-13).

Los primeros cristianos se preocupaban mucho por cuidarse unos a otros, por satisfacer las necesidades y por ayudarse a crecer espiritualmente (Hechos 2:42-47; 4:32-37). Hoy necesitamos personas en nuestras iglesias que demuestren un carácter semejante al de Cristo para que otros puedan ver su poder transformador en ellos.

Conclusión

Como padres cristianos, debemos recordar que el propósito de Dios para nuestras vidas es amar y servir a los demás. La familia es un gran lugar para hacerlo, pero debemos tener cuidado de no perder de vista este principio en el ajetreo de nuestra vida diaria. Una forma de mantenerlo en la mente es dar ejemplo a nuestros hijos con el trato que nos damos entre nosotros y el tiempo que pasamos juntos como unidad familiar.

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