Salmo 50: 14 Explicación Bíblica
El Salmo 50 es uno de los grandes salmos, si no el gran Salmo, de la Biblia. En las primeras veinticinco palabras de este breve Salmo está resumida la mayor parte del pensamiento teológico del Nuevo Testamento. Y esta afirmación tiene aún más fuerza si se tiene en cuenta el hecho de que cada una de estas palabras contiene una profunda reflexión cristiana.
Yo conozco a todas las aves del cielo.
Dios es omnisciente. Es decir, que conoce todas las cosas, tanto reales como imaginarias, y puede hacerlas suyas si quiere. La Biblia dice muchos pasajes sobre la omnipotencia de Dios, pero este no es uno de ellos: en este caso, simplemente nos dice que Él conocía los nombres de cada una de las aves del cielo (tal vez porque son muchísimas!).
¿Cómo sabemos esta verdad? Pues porque la Biblia nos lo dice. De hecho, hay algo más interesante: podemos saber que Dios conoció los nombres de cada una de esas aves porque "yo" (el autor) crece en un lugar donde hay muchísimas aves; yo sé perfectamente bien quiénes son y cuáles son sus nombres!
Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud.
Dios es el dueño de todo. Él es el creador de todas las cosas. Como tal, es su dueño:
- - La tierra y el cielo son de Dios (Salmo 50:12).
- - Todo lo que tienes es de Dios (1 Corintios 4:7).
- - "Su propia herencia" (Hebreos 1:14).
Dios también tiene dominio sobre todo, porque lo ha creado. Su dominio ha sido establecido desde antes del comienzo del tiempo, y continuará por siempre (Salmo 93:1; Salmo 102; Isaías 9:6-7).
Ofrezca a Dios acción de gracias; y paga tus votos al Altísimo:
Los verdaderos sacrificios, en contraste con los falsos: el deber se establece en Salmo 50:14; el bendito resultado en Salmo 50:15.
Verso 14. Ofrezca a Dios acción de gracias - literalmente, 'alabanza' o 'confesión' de todo lo que Dios es en sí mismo, y es para nosotros. La alabanza se menciona como una especie de adoración interna realizada por el corazón, y como muestra de toda esa adoración, en contraste con la adoración externa no tan acompañada.
Y paga tus votos al Altísimo, no solo con "acción de gracias", sino en todas las demás formas de amorosa obediencia de corazón y vida, dale a Dios todo lo que te has comprometido como Su siervo y Su hijo (Salmo 116:17). ; Job 22:27; Eclesiastés 5:4).
Los votos externos deben ser fielmente pagados a Dios, no porque Él necesite algo de nosotros, sino para el cumplimiento de nuestra promesa, la cual, si la cumplimos con nuestros semejantes, mucho más debemos cumplir con Dios.
El voto principal que Dios insta a Israel a cumplir es el que hicieron de obediencia en el Sinaí:
"Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Éxodo 19:8).
El contexto, que insiste en la inutilidad del mero ritualismo, hace probable que los "votos" a los que se refiere sean fe, amor y obediencia.
Versículo 15. Y llámame en el día de la angustia. - una promesa de gracia consecuente con el corazón "acción de gracias" y "pago" de los "votos" morales y ceremoniales de Israel. Si primero das gracias de corazón y eres fiel a tus votos de obediencia (Salmo 50:15), entonces puedes "invocarme en el día de la angustia" y Yo te libraré, y tú (tendrás nueva ocasión de) glorificarme.
De modo que la obediencia y la acción de gracias, dadas en primera instancia por Josafat (2 Crónicas 20:19), surgieron en "liberación" inmediata, en respuesta al "llamado" de la fe "en el día de la angustia". La ausencia de la conjunción y marca el efecto inmediato de la oración creyente, obediente y agradecida (cf. Isaías 65:24).
Así Israel, en su última y mayor tribulación, experimentará al Señor en su presente ayuda, después de haberse vuelto humildemente a: Él (Daniel 12:1; Zacarías 12:10; Zacarías 13:1; Zacarías 14:1).
Juicio sobre los impíos que toman el pacto de Dios en su boca, pero lo violan flagrantemente por falta de afecto natural y ofensas de corazón, mano y lengua contra sus prójimos, especialmente contra los piadosos, asumiendo el presente silencio de Dios.
Todas las cosas son de Dios
Todas las cosas son de Dios, y todas las cosas le pertenecen. La tierra y su placer, los cielos y sus estrellas; el sol y la luna; los mares, hombres y animales. Todos están bajo su control supremo. El no sólo es el dueño de todo en general sino también de cada una de las partes individuales que componen nuestra existencia material.
Pero hay una pregunta que seguramente nos hará nuestro corazón: ¿Cómo es posible que un ser tan grande como él quiera compartir su reino con nosotros?
Conclusión
Pues todos los animales de la selva son míos, los rebaños del monte también, yo conozco a todas las aves del cielo y lo que se mueve en el campo es mío. Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud.
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