Estudio Bíblico De 2 Crónicas 36

Los libros de las Crónicas son los últimos libros del Antiguo Testamento. Nos proporcionan una mirada retrospectiva a la historia del pueblo de Dios, desde Adán hasta el regreso del cautiverio babilónico.

En esta lección, examinaremos más de cerca 2 Crónicas 36, que abarca gran parte del ministerio de Jeremías y termina con un relato de cómo Judá fue llevada cautiva por Nabucodonosor (también conocido como Nabucodonosor II).

Índice de Contenido
  1. El reinado de Joaquín
  2. El cautiverio de Joaquín
  3. El reinado de Jeconías (Joaquín)
  4. El exilio de Jeconías (Joaquín) El exilio de Jeconías (Joaquín)
  5. El reinado de Sedequías
  6. La caída y la destrucción de Jerusalén La caída y destrucción de Jerusalén
  7. Para llevar:

El reinado de Joaquín

Joacim era el hijo de Josías y reinó durante once años. Fue un rey malvado, y los babilonios fueron los primeros en atacarlo. ¿Cómo sabemos que era malvado? Porque Dios nos lo dijo en 2 Reyes 24:1-2.

En este versículo, Dios dijo que Joacim había hecho cosas malas ante sus ojos y no lo había escuchado cuando le dio advertencias a Joacim a través de sus profetas Jeremías y Ezequiel. La Biblia nos dice que después de que el rey Nabucodonosor de Babilonia derrotó a Judá, se llevó a muchos judíos con él a Babilonia como prisioneros (2 Reyes 24:15).

El cautiverio de Joaquín

Cuando sufres, Dios puede usar tu angustia para traer consuelo a otros. Por ejemplo, los israelitas tuvieron la suerte de tener un rey durante su tiempo de cautiverio en Babilonia. En 2 Crónicas 36:10-12, leemos sobre el rey Joaquín y sus esfuerzos en favor de su pueblo:

  • Estableció funcionarios de la corte en toda la tierra que se ocuparon de las necesidades del rey.
  • Dio provisiones de alimentos a los que tenían hambre y ropa a los que la necesitaban.
  • Proporcionó atención médica a los que tenían enfermedades o heridas para que pudieran ser curados por la gracia de Dios (2 Crón 36:11).

El reinado de Jeconías (Joaquín)

Jeconías (Joacim) fue el padre de Joacim, que fue el rey de Judá durante una época en la que el pueblo de Dios no adoraba al Señor.

Jeconías (Joaquín) había sido hecho prisionero por Nabucodonosor cuando éste destruyó Jerusalén en el año 597 a.C., pero fue perdonado por Nabucodonosor y se le permitió vivir bajo su protección en Babilonia (el actual Irak).

A Jeconías se le dio permiso para regresar a Jerusalén después de tres años, pero permaneció en Babilonia hasta el año 582 a.C., cuando regresó a su casa después de que el rey de Persia le levantara la pena de muerte.

El exilio de Jeconías (Joaquín) El exilio de Jeconías (Joaquín)

En Crónicas 36, leemos cómo Joaquín (Jehoiakim) fue exiliado de Jerusalén a causa de su pecado. El pueblo de Dios fue castigado por sus pecados. La Escritura nos muestra que debemos estar agradecidos por las bendiciones que Dios nos da y pedirle que perdone nuestros pecados para que nos proteja y no nos castigue como lo hizo con Joacim.

El reinado de Sedequías

La Biblia comienza con la historia del Génesis y termina con 2 Crónicas. En medio hay 66 libros que cuentan la historia del pueblo de Dios, desde Adán y Eva hasta Jesucristo. El último rey de Judá fue Sedequías, que reinó durante el exilio babilónico (605-586 a.C.). Fue un gobernante débil que cedió a la presión de las potencias extranjeras, incluidas Babilonia y Egipto.

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La caída y la destrucción de Jerusalén La caída y destrucción de Jerusalén

La caída y destrucción de Jerusalén se produjo por los pecados del pueblo, de los reyes, de los profetas y de los sacerdotes. El pecado del pueblo: Adoraron a los ídolos en lugar de a Dios (2 Crónicas 36:17-19).

El pecado de los reyes: No obedecieron la ley de Dios (2 Crónicas 36:22-23). Pecado de los profetas: Profetizaron la paz cuando no había paz (2 Crónicas 36:16-17). Pecado de los sacerdotes: Los sacerdotes eran corruptos y alejaban al pueblo de Dios (2 Crónicas 36:19).

Para llevar:

Lo que se desprende de este pasaje es que Dios siempre es fiel, incluso cuando nosotros no lo somos. Es fiel a sus promesas y fiel a su pueblo. Aunque nuestra fidelidad no siempre sea la que debería ser, la fidelidad de Dios nunca puede ser sacudida o cuestionada porque nos la ha prometido desde el principio de los tiempos.

La Biblia no es sólo un libro sobre el poder de Dios, sino también sobre su fidelidad. Podemos aprender de los ejemplos de estos reyes y reinas que sirvieron a Dios a su manera. Aunque hayan sido imperfectos o incluso francamente malvados a veces, siguen siendo un ejemplo de cómo podemos vivir nuestras vidas hoy en día.

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